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Un recorregut per la Gerona de Benito Pérez Galdós Recurs

Montjuïc i les seves torres de defensa

«No hubo hechos de armas de gran importancia hasta principios de Julio, cuando los dos ejércitos principiaron a disputarse rabiosamente la posesión de Monjuich»

El mariscal Saint-Cyr, comandant superior de les tropes napoleòniques que assetjaven Girona, va decidir iniciar l'atac a la ciutat des de diversos costats. Va començar bombardejant la part defensiva més allunyada de la ciutat i que donava una protecció estratègica destacable: el castell de Montjuïc. El 19 de juny de 1809 els canons francesos començaren a disparar contra les torres defensives del voltant, que eren les de Sant Daniel, Sant Lluís i Sant Narcís, i provocaren la retirada dels defensors a l'interior del castell.

Però el 8 de juliol un incendi en el magatzem de pólvora de la quarta torre, la de Sant Joan, va causar una explosió molt gran que va tallar les comunicacions entre la ciutat i el castell. Aquesta situació va permetre als francesos atacar el castell amb totes les seves forces, però com bé descriu Andresillo Marijuán, no va ser gaire fàcil perquè:

«[Los franceses] Estuvieron arrojando bombas hasta el día 25, y quisieron asaltar las torres de San Luis y San Narciso, que destrozaron completamente, obligándonos a abandonarlas el 19. También se apoderaron del barrio de Pedret, que está sobre la carretera de Francia, y entonces dispuso el gobernador una salida para impedir que levantasen allí baterías. Pero exceptuando la salida y la defensa de aquellas dos torres no hubo hechos de armas de gran importancia hasta principios de Julio, cuando los dos ejércitos principiaron a disputarse rabiosamente la posesión de Monjuich. Los franceses confiaban en que con este castillo tendrían todo. ¿Creerán ustedes que sólo había dentro del recinto 900 hombres, que mandaba D. Guillermo Nash? Los imperiales habían levantado varias baterías, entre ellas una con veinte piezas de gran calibre, y sin cesar arrojaban bombas a los del castillo, que rechazaron los asaltos con obuses cargados con balas de fusil. Por cuatro veces se echaron los cerdos encima, hasta que en la última dijeron «ya no más» y retiraron, dejando sobre aquellas peñas la bicoca de dos mil hombres entre muertos y heridos. No puedo apropiarme ni una parte mínima de la gloria de esta defensa porque la estuve presenciando tranquilamente desde la torre Gironella…»

(Capítol V, pàg. 42-43)