Las cosas que fueron Exposición temporal

Una fotografía es un proceso de selección. De todos los instantes probables, la cámara congela uno. En la Girona de los sesenta, el ojo fotográfico seleccionaba la exposición de flores en Sant Pere de Galligants, el paso de la procesión del Corpus y las Ferias en la Devesa. Una fotografía también es un proceso de ocultación que esconde las cicatrices de la posguerra, cuando Girona es una ciudad gris, una ciudad de militares y curas, una ciudad temerosa rodeada de unas murallas imaginarias. Después, la Girona de postal coincide con la postal de Girona. La primera aportación es la rehabilitación de las casas del Onyar. Con el plan se crea un skyline, un perfil urbano que es la metonimia de Girona. La segunda aportación es la recuperación del legado judío. La ciudad se dota de un nuevo relato y reivindica su pasado. El mosaico incorpora dos nuevas teselas. El éxito del turismo en Girona tiene mucho que ver con este nuevo escenario. Sin embargo, pronto ya nadie coleccionará álbumes de fotografías. Las imágenes digitales han desplazado a las antiguas cámaras y lo han cambiado todo. Los móviles han sustituido la escasez por la abundancia. Desde el año 2020, las mascarillas esconden las sonrisas. No hay imágenes turísticas porque no hay turismo. ¿Qué es una ciudad turística sin turistas? ¿Existe realmente un lugar si nadie lo fotografía?

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En los años 60 del siglo XX la gente se hacía fotos con cámaras como estas, en espacios emblemáticos de la Girona monumental. También se hacían postales, que se enviaban a familiares y amistades como recuerdo de una visita turística inolvidable. Las cámaras Rolleiflex TLR y Bolex 160 Macrozoom pertenecen a la colección que Josep Granés cedió al Museo en 1993. Evocan los tiempos en que las antiguas cámaras de capacidad limitada captaban el alma de una ciudad que se descubría al mundo y que se internacionalizaba mediante coloridas postales.