Rosa M. Gil Tort
“El latido en el aire, el reposo y la autoridad, la luz dentro de casa”
La imagen estadiza pintada en la seda del país que se observa en este abanico plegable sugiere largas contemplaciones en tiempos de espera, en una realidad igualmente estadiza, como era la vida de aquellas mujeres que utilizaban este tipo de abanicos. La espera y los sueños sobre la propia vida solían ser tan simples como el dibujo cristalizado en los abanicos que ocupaban las manos en las horas muertas. Muchos objetos, como esta silla de enea de estilo novecentista o el conjunto de azulejos decorados que llenó de color el patio cubierto del primer piso de la Casa Ensesa, se han perdido precisamente por la cotidianidad que los impregnaba. Quizás los Ensesa quisieron tener un lugar de descanso cerrado donde entrara la luz, pero no el ruido de la ciudad al despertar a la que ellos contribuían con sus industrias y sus almacenes. Quizás el jardín de la casa les parecía poco íntimo, junto al espacio destinado a los carros y los camiones cargados de harina. Quizás la familia anhelaba un recinto privado con luz, agua y flores, un pequeño jardín doméstico y artificial, un patio propio donde disfrutar del paso del tiempo, de las risas de los niños, de los ratos de diversión.
Un abanico del siglo XIX, una silla de estilo novecentista, un paño de azulejos decorados de una casa diseñada por Rafael Masó. El Museo conserva estos objetos tan preciados, que remiten a la vida cotidiana de la burguesía gerundense de finales del siglo XIX y principios del XX. Los relatos que derivan de ellos también cuentan una historia de Girona: la de la vida puertas adentro, la de las mujeres y los hogares que se vestían con artes delicadas.