Marta Marin-Dòmine
“Lo femenino es un misterio, dijeron los sabios, y exiliaron el cuerpo de las mujeres a la noche”
En épocas antiguas, el ámbito del parto estaba reservado a las parteras que, además de asistir a la parturienta, la instruían en el conocimiento de las necesidades del bebé y en el cuidado del propio cuerpo, tanto desde el punto de vista médico como estético. Este espacio les será arrebatado tanto a ellas como a las médicas a medida que se avanza en la época moderna y se asocia a la mujer y sus prácticas médicas con la brujería. En el siglo XIX, cuando la ginecología se instituye como disciplina especializada, se establece una mirada altamente sexualizada sobre el cuerpo de la mujer y sus males pasan a ser percibidos como el resultado de su naturaleza «femenina». Arrinconado queda el saber acumulado y el conocimiento transmitido por las parteras, las curanderas, las médicas. Durante muchos siglos la mujer ha sido considerada un hombre imperfecto que poseía un órgano, el útero, animal inquieto, que les hurgaba las entrañas exigiendo procrear. La plenitud, inversa cara del vacío, se lograba, decían, con el embarazo.
El Museo de Historia de los Judíos conserva un amuleto cabalístico que contiene caracteres mágicos que hacen las veces de protección en el momento del parto. En 1921, con motivo del Congreso de Médicos que se celebraba en la ciudad, el ayuntamiento encargó a Rafael Masó Valentí el diseño de una lápida conmemorativa del ginecólogo gerundense Guillem de Colteller, que fue médico de Mata de Armagnac, esposa de Juan I (s. XIV). La mesa de exploración ginecológica data de 1930 y probablemente procede del antiguo hospital de Santa Caterina de Girona. Todos estos objetos sugieren múltiples lecturas de la maternidad y de la consideración médica y social que le ha acordado la historia.