jueves 6 de febrero de 2025
El 4 de febrero se cumplieron 4 años de la muerte de Joan Casanovas i Romaguera, artista, diseñador y activista cultura, hijo de Arenys de Mar establecido en Girona en 1964. En la ciudad formó su familia con Albina Varés i de Batlle, madre de sus dos hijas, Ariadna y Elisenda.
Junto con Isidre Vicens, Enric Marquès, Maria Crehuet, Bep Marquès, Lluís Carreras, Enric Ansesa y Jaume Faixò, fue uno de los impulsores del ADAG (Asamblea Democrática de Artistas de Girona), uno de los grandes revulsivos culturales de la ciudad. De aquellos tiempos de lucha y esperanza para cambiar el mundo, él recordaba: “No teníamos tiempo. Era el año 1976, y estaba todo por hacer.”
Más adelante, instalado en Ordis con su compañera Maria Crehuet, se dedicó extensamente al arte. Poco después, comenzaron sus treinta años como diseñador gráfico en el Ayuntamiento de Girona, que generaron, en palabras de Anna Capella, líneas editoriales irrepetibles, museografías perdurables, logotipos aún vigentes y eslóganes estrella como el de “Girona m’enamora.”
Fue él quien diseñó el Museo de Historia de Girona, y uno de los principales actores del cambio de imagen de la ciudad. Fue también uno de los artífices del redescubrimiento de la judería, con el diseño del Museo de Historia de los Judíos y del Instituto de Estudios Nahmánides.
Su última exposición, Flâneur, organizada por los Amigos del Museo de Arte de Girona en 2020, era, volviendo al texto de Anna Capella, un intenso recorrido por todo aquello que hay entre el observar y el hacer. Un trabajo hecho siempre con un buen dominio del color, con una mirada socarrona, divertida e ingeniosa, de certezas tozudas y persistentes. Y así dibujó y proyectó una Girona muy suya, que, desde entonces, ya es la de más de una generación.
El Museo de Historia de Girona conserva, desde hace unos meses, cerca de 60 obras de Joan Casanovas, que han estado cedidas por sus hijas, Ariadna y Elisenda. Estas obras hacen compañía a otros objetos que ya habían entrado en la colección del museo hace un tiempo, también de la mano de sus hijas, como el retrato de Carles Rahola que se puede ver en el espacio del despacho del intelectual gerundense, o una cabina de teléfono de los años 60 del s. XX que sirve para ilustrar cómo eran las comunicaciones en la Girona del siglo pasado.
Recordar a Joan Casanovas es evocar la ciudad de colores plasmada en aquellos verdes, amarillos y rojos intensos que dibujaron la Girona que enamora, al tiempo que proyectan el esplendor medieval de la ciudad, un guiño a los tres Libros de Privilegios que se conservan en el archivo municipal.
[Nota de Prensa]